Murcia de tapa en tapa
July 27, 2020 | Author: Dolores San Martín Santos | Category: N/A
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1 Uno de los placeres que a los murcianos más nos gusta compartir es el tapeo por los bares que jalonan las calle...
Description
Uno de los placeres que a los murcianos más nos gusta compartir es el tapeo por los bares que jalonan las calles de la ciudad. La variedad y la calidad de los productos de la huerta y del mar con los que se elaboran nuestras tapas las hacen destacar especialmente en nuestra gastronomía. Murcia se degusta de tapa en tapa: En cada rincón, el murciano y el visitante pueden hallar locales en los que disfrutar de la singularidad y el sabor de pequeños bocados de nuestra tierra. Cualquier hora del día es oportuna para descubrir esta faceta de Murcia. El aperitivo del mediodía, siempre sin prisas, en una terraza o en una de tantas ventanas de bar que dan a la calle; o el atardecer, aprovechando ese paseo al Edita: © Ayuntamiento de Murcia
que nos invita nuestro agradable clima.
Concejalía de Turismo, Ferias y Congresos. Agradecimientos:
Las tapas no son sólo gastronomía. Significan tertulia,
El Corte Inglés Elaboración y estilismo de platos:
reunión y conversación, un ejercicio saludable al que los
Pedro Martínez
murcianos nos sentimos apegados. Venga a conocernos y a
Pedro Sanchéz
Murcia de tapa en tapa
Aurora Meseguer Carrillo
disfrutar Murcia de tapa en tapa.
Texto: José María Galiana Fotografía: © José Hernández Pina,
Miguel Angel Cámara Botía
© Carlos Moisés García, © Paloma Zamora
Alcalde de Murcia
Diseño gráfico: Paloma Zamora Imprime: Ind. Gráficas Jiménez Godoy, S.A. Depósito Legal: MU-102-2002
Concejalía de Turismo, Ferias y Congresos.
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15 Palacio Almodovar 16 Iglesia de Santo Domingo 17 Teatro Romea 18 Monasterio Santa Clara 19 Iglesia conventual Santa Ana 20 Casa Cerdá 21 Palacio Vinader 22 Palacio González Campuzano 23 Palacio Fontanar 24 Museo Arqueológico
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Índice
Introducción Para todos los gustos La despensa de la ciudad Rutas gastronómicas: Las Flores, plaza Mayor y San Esteban La nueva ciudad Alfonso X Por la antigua judería y Plaza de San Juan De Santa Isabel a Trapería Las afueras La gastronomía en fiestas Dulce epílogo
Entre calles angostas, rincónes imprevistos, adarves en penumbra, soleadas replacetas, esquinas blasonadas o espaciosas avenidas, la ciudad,
renovada en su hermosura, ayuda a gozar de ese continuo ir y venir de gente, de ese ver y ser visto mientras se habla, se ríe, se gulusmea a pie de mostrador o en la cocina...
Introducción En los bares con ventana anida el espíritu de los pueblos del sur, bañados por el Mediterráneo, Ir de tapas es un auténtico rito en Murcia, ciudad que junto con San Sebastián, Madrid y Sevilla puede considerarse una de las cuatro grandes capitales españolas de la tapa. Los murcianos hacen bandera del arte del tapeo, hábito que predispone al diálogo y a la camaradería, pues la barra es un lugar de encuentro y de partida, un espacio abierto, alegre y muy sensual, apetecible siempre. Ir de tapas por Murcia,
tomar copas y alternar mientras se callejea es un acto hedonista, y a ello contribuye la generosa despensa de la tierra, la luz y la tibieza de un clima que induce a pasear o a tomar asiento cualquier día del año en alguna de las terrazas diseminadas por plazas, jardines y calles inmunes al tráfico rodado. De tal modo ha arraigado esta liturgia en las nuevas generaciones que se antepone el placer del picoteo a la comida formal. Entre calles angostas, rincónes imprevistos, adarves en penumbra, soleadas replacetas,
esquinas blasonadas o espaciosas avenidas, la ciudad, renovada en su hermosura, ayuda a gozar de ese continuo ir y venir de gente, de ese ver y ser visto mientras se habla, se ríe, se gulusmea a pie de mostrador o en la cocina, se piden nuevas raciones y se bebe al hilo de un itinerario casi siempre imprevisible, porque el número de bares, tabernas, cervecerías, mesones, panaderías, pastelerías, tiendas para gourmets, enotecas y restaurantes desborda lo imaginable. Los bares con ventana a la vía pública, tanto da si es peatonal o abierta al
tráfico rodado, son una singularidad en Murcia, y es que buscar la querencia de una ventana para tapear, y sumarse así al bullicio callejero es toda una filosofía. En los bares con ventana anida el espíritu de los pueblos del sur, bañados por el Mediterráneo, y de hecho, en la mayoría de restaurantes, las vitrinas con mariscos, carnes y pescados se exhiben en lugar preferente para atraer la atención de los viandantes.
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Para todos los gustos Pan de pueblo, festival de verduras, bacalao con tomate, zarangollo, michirones, ternera en salsa, dorada a la sal, caracoles...
Es posible que la gran aportación española a la gastronomía universal sea la tapa. Si nos despojamos de rancios complejos, puede decirse que no hay nada más moderno que llevarse a la boca. En alguno de los bares citados en esta guía se hacen bocados extraordinarios, alegres, minimalistas o barrocos, de índole mediterrá-
nea por lo general, siendo reseñable la progresiva mejoría que se aprecia en el tratamiento de los vinos, con selecciones de diversas denominaciones de origen. Marcas de calidad que se ofrecen por copas para compartir con chacinas de cerdo ibérico y quesos. Antes de conocer esta geografía de tapas de cocina, raciones, pinchos, montaditos, banderillas o cazuelas, inseparables del vaso de vino en cristal de culo grueso o en
copa de pie esbelto, el foráneo ha de familiarizarse con los motes de las especialidades más genuinas, sobrenombres que algunos camareros recitan como letanía o pregón con especial gracejo fonético, relacionadas de manera exhaustiva en pizarras murales o en tableros apoyados en mostradores de mármol, superficie que aún se utiliza para hacer la cuenta con una tiza. También es conveniente distinguir la tapa caliente del bocado frío, y es que se aprecia una clara tendencia a huir del puchero tradicional, de las carnes guisadas y del pescaíto frito en beneficio del pincho, los montaditos, los platos de ibéricos, las ruedas de canapés y los panecillos. Es por tanto momento de reivindicar la tapa de
cocina para que las nuevas generaciones sepan de ellas, ahora que críticos y cocineros las equiparan a cualquier otro ejercicio culinario, se hacen publicaciones sobre ellas y las mejores barras españolas, anexas a renombrados restaurantes, se amparan en su cocina y constituyen una prolongación de sus servicios. En el apartado de tapas calientes o de co-
Tapas huertanas. Michirones, ensaladas, patatas con ajo...(super. izda.) Montadito de lomo (inferior izda.) Zarangollo (super. dcha.) Tortilla de guisantes Caldo con pelotas (dcha.)
cina gozan de buena salud los callos con garbanzos, lo que en Sevilla se conoce por menúo, los sustanciosos morros, la ternera en salsa enriquecida con guisantes y zanahoria, el revoltón, champiñones, setas, espárragos trigueros, jamón y ajos tiernos, las alcachofas salteadas con jamón y las acelgas con sardinas de bota rehogadas con ajos y ñora. Los huertanos llaman michirones a las habas gordas y secas, plato recio y contundente. Puestas a remojo y cocidas largamente en olla o en cazuela de barro, con chorizo, tocino, jamón, laurel, pimentón dulce, guindilla, pimienta y sal, en primavera, su época, es una de las tapas más apreciadas y representativas. Otro tanto sucede con las familiares casadas o viudas, taza de caldo susceptible de agregar una pelota o albóndiga con sangre y menudillo de ave. Nadie renuncia a echar un bar-
co (mojetear el plato con pan) a las chapinas de cordero o mollejas a la plancha, aliñadas con aceite y un poco de coñac, y condimentadas con una cabeza de ajos secos, sal y pimienta, y qué decir del ba-
calao con tomate o de las infinitas tortillas, de patata, con o sin cebolla, de atún, de guisantes, de ajos tiernos, de berenjenas y hasta de morcilla.
De tapa universal se ha llegado a catalogar la ensalada murciana, a base de tomates de pera maduros, cebolla, huevo duro, atún en escabeche, alcaparras, aceite y sal. Bocado delicioso es las habas con jamón, levemente impregnadas del olor al pernil, y las acelgas fritas, salteadas con una ñora y ajos tiernos, sin desmerecer los guisantes a la huertana, resultado de hervir los guisantes, sofreir un diente de ajo y agregar pimiento rojo, cebolla, jamón, chorizo y tocino. El zarangollo, estandarte de la cocina humilde y sencilla, muestra el instinto de las huertanas que echaban al puchero lo que había en el bancal, en este caso, calabacín y cebolla fritos con un poco de aceite, y un huevo batido. También son apetecibles los sesos a la plancha, rebozados o hervidos y aderezados con una rayica de aceite, y los sabrosos revueltos, tanto da
Pulpo al horno Plaza de las Flores
si son de setas y gambas o de espárragos verdes y jamón, sin echar en olvido los calamares con tomate o las deseables patatas cocidas o asadas en llanda, aliñadas con ajo o con aceite y acompañada de un chato de vino, a consumir especialmente en las tardes de invierno.
dulce), y las cabezas y piernas de cabrito al horno, pero en todo tiempo y lugar, como preludio de un buen tapeo, almuerzo o cena, los rábanos abiertos como una flor, y los tomates partidos con lechuga en perdiz aliñadas con aceite y sal, y mejor si se agregan unos cortes de mojama
A Paquita la de Beniaján se debe el pastel de verduras, y a Raimundo González, que ha elevado la cocina vernácula a cotas universales, el festival de verduras y las berenjenas a la crema, platos deleitosos. Las espinacas, cocidas y revueltas con pasas y piñones, constituyen una de las especialidades más logradas del recetario popular. En los últimos merenderos de la huerta se mantiene la devoción por el mojete de la abuela (patata, ajos tiernos, pimiento rojo seco, tomate, bacalao, sardina de bota, aceitunas de cuquillo y pimentón
Caracoles en salsa Bodega del Palacete de la Seda Más de 700 vinos para degustar Espinacas con pasas y piñones
o de atún de ijada para contrastar el dulzor de la verdura y lo salado del salazón. Práctica común en bares y restaurantes murcianos es la variedad de cocidos, potajes y pucheros que se ofrecen como tapa en pequeñas cazuelas, guisos aromáticos, densos y sabrosos en los que son santo y seña la acelga, el trigo, la aletría, el garbanzo, la alubia, el arroz, la lenteja, el cardo silvestre, la espinaca, el apio, la alcachofa, el pimiento rojo y el pimiento verde, la cebolla, el ajo, el bacalao, la chi-
rivía, el nabo, el perejil, el tomate o la hierbabuena, muchos de ellos heredados de los árabes, como proclama su punto de sazón, su sabio reposo, sus condimentos. La relación es infinita: potaje de acelgas, lentejas, alubias con chorizo, estofado de cordero, cocido, arroz con conejo, gazpacho andaluz y manchego, guiso de albóndiga con bacalao, judías con perdiz, escabeche, rabo de toro, manos de cerdo, arroz y habichuelas, olla gitana, guiso de trigo, judías cazadoras, judías pintas con oreja, arroz de verdura o a la huertana, arroz a la marinera, caldero, arroz y conejo, cochinillo al horno o judías pintas con oreja, acompañados con vino
Dorada a la murciana Ensaladilla. Patatas, atún, verduras, olivas y mahonesa Tapeando en la Plaza Belluga
de la tierra, y si se habla de vino justo es citar al ceheginero Pedro Martínez, ganador de la Nariz de Oro, premio que lo acredita como uno de los grandes sumilleres españoles. La morcilla, introducida en Europa por los fenicios, es el estandarte de la matanza huertana. Elaborada con sangre de cerdo, cebolla, manteca, especies y aditivos, lo propio es cocerla en una caldera por espacio de 3 a 4 horas, utilizando especias de calidad. La morcilla de verano es una derivación; se hace con cebolla, berenjena, piñones y un poco de orégano. Las verduras son palabras mayores, tanto si se presentan hervidas, a la plancha, en panaché, menestra o crudas, como la haba recién extraída de la vaina fresca, dulce y sensual, imprescindible en cualquier mostrador que se precie. Y qué decir del pisto, pimiento rojo y verde, berenjena, sofrito de tomate y cebolla con huevo cuajado, y de la ensalada de asados, prima hermana de la escalivada. Los hay devotos de los pajaricos fritos, del conejo y de la magra
Bacalao con tomate Alcachofas salteadas con jamón
con tomate, de los caracoles en salsa, de la sepia a la plancha con ajo o mayonesa, y del pulpo al horno, que a pesar de su elevado precio se ha impuesto de manera rotunda. En esta Murcia vegetal, marinera y cazadora, se fríe la sangre de cordero, de cerdo o de pavo, la leche y hasta el café. La sangre frita es una exquisitez. Una vez cocida,
se pasa a la sartén, en forma de dado o fileteada, donde se fríen la cebolla y los piñones con una pizca de orégano. Gran demanda tiene el caballito, cola de gamba rebozada con harina, levadura y agua mineral con gas (antes se hacía con sifón
casero). En realidad el caballito es una gabardina, traducción del boquerón rebozado, a semejanza de la pavía sevillana, fritura abuñuelada de algunos pescados. No es baladí el apartado de tapas frías o a la plancha, desde las aceitunas verdes y moradas cornicabra, partidas o enteras, a los encurtidos (las populares banderillas con pepinillos, cebolletas, tallos de alcaparra o tápenas), los bares ofrecen un variopinto listado de opciones, significándose entre las de mayor demanda las huevas de pescado y la mojama a ser posible con almendras fritas de variedad marcona, la marinera, ensaladilla y anchoa en salmuera, el matrimonio, maridaje de boquerón en vinagre y anchoa en salmuera, los montaditos con pan de campo y panecillos menudos con queso fresco y anchoa, magra con tomate, boquerones, ajo, atún de ijá, atún y mayonesa, bonito, mor-
cilla, salchicha, longaniza frita, morcón u obispo, sobrasada, blanco, jamón, chorizo o chiquillo, pellejos crudos aderezados con especias, dispuestos unos sobre otros, arrollados y atados con cuerda fina. No ha de faltar en cervecería que se precie la caña de lomo ibérico, el plato de jamón de bellota, unos cortes de queso al vino de la Región, canapés de ahumados y un plato que gana adeptos: atún con pimiento y cebolla. El surtido de ma-
riscos, crustáceos y moluscos es amplio y tentador: quisquilla, gamba blanca, gamba roja, cigala de Aguilas, langostino del Mar Menor, almeja, navaja, bocas, cañadílla, centolla, bígaro, ostra, berberecho, chanquete, percebe, buey de mar.....
Berenjenas a la crema Bar La Tapa.Un clasico con ventana. Habas con jamón.
La despensa de la ciudad La policromía depende de la época, pero abundan los verdes y los rojos de las verduras. Las frutas, vistosas y atractivas, aportan más color y variedad. y pimenticos; la plaza es muy surtida de hortalizadura y pescados de sardinas, atunes y otros mariscos de Cartagena y Mazarrón, así como pollos, gallinas, capones y gallipabas, que crían los panochos de más de dos mil casas de la huerta”.
Una crónica del siglo XVII cita algunos de los productos que en ese tiempo se consumían en la huerta de Murcia: “Además de frutas la tierra da ciento por una con trigos, naranjas, limones, acimbogas, zatalíes
Huerta de Murcia. Al fondo el Cristo de Monteagudo Mercado de Verónicas. Mercado popular de frutas, verduras, carnes, pescados y mariscos
En el Plano de San Francisco se encuentra el Mercado de Verónicas, de arquitectura modernista, construido por el Ayuntamiento en 1848 y remozado en los albores del siglo XXI. Como los de Saavedra Fajardo, Vistabella, San Andrés y Barrio del Car-
cita para estimular los cinco sentidos. En su interior, formando pasillos, las frutas y las verduras. Más allá están los pescados, los mariscos, sobre mostradores de mármol blanco, chorreantes de agua y hielo, dejando entrever su frescor. Los productos cárnicos se presentan en otro espacio; allí cuelgan las terneras, los corderos, los pollos, los conejos, y entremezclados, los jamones, los embutidos y las ristras de longaniza y de morcilla que parecen guirnaldas.
men, sigue en pie desafiando la época de los hipermercados y las grandes superficies de alimentación, con un claro apego a la tradición. Es un mercado popular, con sus hileras de puestos donde se vocean las mercancías expuestas a la vista del comprador. Nada hay que no responda a un concepto de variedad y calidad que únicamente tiene parangón en las ciudades mediterráneas. Un espectáculo único, como si todos los dones del mar y de la tierra mediterráneos se dieran
Otro tanto sucede en los mercados a cielo abierto que se celebran los jueves en la barriada de Vistabella y en torno al Jardín de Fofó. Puestos de quita y pon con lonetas para preservarse del sol y de la lluvia, reclamos de viva voz, bullicio de zoco pletórico de colores y aromas, tenderetes en cuyos improvisados mostradores se ofrece, deslumbrante, el más amplio abanico de verduras, legumbres y hortalizas, frutas, encurtidos, salazones, fiambres, especias y condimentos.
Pescadores en la Azohía, reducto de la almadraba. Cartagena Bodegón de mariscos
Las Flores, Plaza Mayor y San Esteban La plaza de las Flores es a Murcia lo que el Barrio viejo a San Sebastián, la Plaza Mayor a Madrid y la calle Betis a Sevilla.
En torno a ella se prodigan bares que rinden culto a la tapa y algún local exótico, como el Cafetín Árabe, “primer y único establecimiento de hostelería de la Región con salón exclusivo para no fumadores”, que ofrece buenos pastelitos e infusiones. Es la excepción que confirma la regla. Referencia histórica de la ciudad es el Gran Bar Rhin, con dos ventanales que se asoman a la Placeta de San Pedro, barrio de antiguos tejedores de felpas y montere-
Plaza de las Flores. La plaza de la eterna primavera Marinera. Ensaladilla con anchoa
ros. Enfrente se alza la iglesia que fue monasterio de Templarios y lució reloj municipal y campanas de rebato y queda. Acodados en la barra han apurado cerveza, mojama y marisco fresco toreros como Pepe Luis Vázquez, Manolete, Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez, que aprovechaban la cercanía del desaparecido hotel Victoria para tapear y saludar a Paco, su célebre propietario. Espacio ideal para ver la procesión de los ‘salzillos’ la mañana de Viernes Santo.
Por la acera opuesta sale al paso la calle Arzobispo Simón López que la voz popular llama de Bodegones, calle antigua y principal donde abundaban las casas de comidas. En ellas compartían mesa y mantel huertanos, tratantes de ganado y forasteros en época de fiestas y mercados. Heredero de aquellos figones es el Gran Bar, un veterano que se distingue por los hervidos que prepara al caer la noche, y por las albóndigas en salsa con patatas fritas. A su lado, La Ronda, el último en instalarse e incorporar una estética moderna, y en el picoesquina el mesón Las Flores, que toma el nombre de la plaza más alegre y bulliciosa. En el ángulo opuesto ofrece sus servicios el Mesón Murcia. Santo y seña del taperío murciano es, como su nombre proclama, La Tapa, rey de la marinera, servida en rosquilla para que prevalezca el principio de que es preferible saborear pequeñas porciones. Además, en este exhuberante mostrador con ventana a la Plaza de Las Flores, reluce en los expositores la quisquilla, la gamba, el langostino del Mar Menor, el berberecho, la navaja, el caballito y el calamar a la plancha o en rebozo. Otro tanto acontece en El Fenix, ya en la Plaza de Santa Catalina, mucho más pequeño pero no menos concurrido, especializado en matrimonios. En la rinconada, cervecería El Mar presume en sus vitrinas de marisco,
Plaza de las flores. Pastel de carne. Relleno de picadillo de ternera y huevo duro y chorizo Rechigüela
ensaladilla, pulpo, salazones, ibéricos y frituras. La Buena Vida, el penúltimo en incorporarse, aporta renovación, buen gusto, calidad y una excepcional batería de dispensadores de cerveza naturales y de importación, más cava de vinos, de cavas, de champagnes y de tabacos. Fieles al lema cocina y tapas con ilusión, ofrecen platos emblemáticos de la cocina alemana, tablas de patés y quesos, ensalada de algas y suculentos postres, como las peras al vino. Visita ineludible. Las Plazas de las Flores y de Santa Catalina, sembradas de naranjos, jacarandas, palmeras, mesas y sombrillas, son como un patio de vecinos bien avenido, proclive al saludo y al belmonte mañanero, un espacio donde saborear tapas sin premura, tomando el buen sol del invierno, saludando al amigo que sale con una tentadora bandeja de Pastelería Bonache, heraldo de la dulcería murciana. Desde 1828 fabrica sus productos de modo artesanal y sin conservantes, de acuerdo con la tradición familiar. En este obrador se oficia cada día el milagro del pastel de carne murciano, hecho con pasta brisa, picadillo de carne de ternera, huevo duro y chorizo, cubierto con hojaldre en espiral, es la fórmula. Luego, según las estaciones, se hace presente la torta de Pascua, la mona con
huevo, los otoñales buñuelos de viento, el hueso de santo, las tortas de chicharrones. Como las dulcerías que elabora, el local es una lograda síntesis de tradición y modernidad. En el arranque de la calle Ruipérez, un pintor del siglo XIX, está la Bodega de Pepico el del Tío Ginés, casa fundada en 1935 si no se desdice el azulejo situado al fondo del local, decano de los bares que flanquean esta popularísima calle de las Mulas, que es como la sigue nombrando el murciano por celebrarse allí, durante siglos, el mercado de animales. Impulsor del minúsculo panecillo con lo que se tercie, ilustran sus paredes fotografí-
as de míticos toreros y cantaores de flamenco. A pie de pava está la joven Taberna de Perela, que ha popularizado los huevos Real Murcia. Pida queso parmesano fresco y vino de la casa, un crianza de Ribera de Duero. Taste-Vin, en el flanco derecho, apuesta por la fabada y el bacalao al pil pil. Salvador, el de las Mulas luce una barra enciclopédica. Fundado por un empleado de Pepico el del Tío Ginés, sus paredes son un reflejo de la Murcia que se fue, libro imprescindible para amar la ciudad. Aquí abunda la tapa de cocina: michirones, callos, ternera en salsa, morros, caldo con pelota, acelgas fritas, pisto, calamares con tomate, patatas cocidas o asadas con ajo, y un plato del día que puede ser
Acelgas con sardinas Patatas asadas en llanda. Se suelen acompañar de una salsa de ajo. Pollo con pelotas
asado de codillo, arroz y verduras, olla de cerdo, migas o cocido. Al evocar los diversos gremios de la ciudad, un cronista romántico dijo que los ciegos conocían las calles por su olor y sus ruidos. Para los invidentes murcianos no debió ser un problema llegar a la que fue calle de la Muleta, antes del Postigo del Horno de la Gabacha, tahona de principios del siglo XIX que se ha ramificado en dos y provee al barrio de diversos tipos de pan, tan crujientes y olorosos como los de antaño. Junto a lo que fue horno de la Gabacha se encuentra La taberna del Abad, la opción más refinada de la zona. Pepe Mateos posee escogidos vinos y cavas para compartir con frutos secos, conservas vegetales, surtido de ibéricos y quesos, o unos tomates que dejan en el paladar un leve dulzor. En la carta, suficiente, se relacionan guisos de cuchara, carnes, pescados y postres de Bonache.
Plaza de Santa Catalina, un espacio muy frecuentado y concurrido. Rábanos Fritura de pescado
A unos metros, orillando la iglesia de San Nicolás, en la esquina de poniente está el Mesón de la Plaza Mayor, que atesora un vasto recetario de tapas de cocina y elabora platos de tanto arraigo y sabor como el guiso de pollo con pelotas, las judías cazadoras, potaje de acelgas, gazpacho jumillano, guiso de trigo, cochinillo al horno pintas con oreja o perdiz en escabeche regados con vinos de la tierra, aunque Pepe Ferrándiz, el propietario, está abonado a un crianza de cosechero de Rioja que en nada envidia a los etiquetados.
En la Plaza Mayor, entre naranjos, araucarias, magnolios y cipreses puede sentarse en las terrazas de La Pequeña Cava, especializada en quesos, vinos y tapas, Don Camilo, una de las pizzerías más veteranas, La bodeguica y café bar Aquelarre. A espaldas de la iglesia de San Miguel, el bar restaurante Mississipi, desde cuyas ventanas se ve el Palacio de San Esteban, sede del Gobierno Regional. Ofrece una veintena de mesas bien dispuestas y aten-
didas, vinos seleccionados, guisos de cuchara, carnes, pescados, una sabrosa paletilla de ibérico, quesos y buñuelos de bacalao, una de sus especialidades. En la aledaña casa de los Nueve Pisos, Los Ventanales anuncia a diario un menú económico. Del picoteo destacan las roscas, los huevos fritos en sartén con ajos tiernos y las patatas rellenas. En el vecino Jardín de Salitre hay que hacer un alto en
Macedonia de fruta Plaza Mayor, verdecida de naranjos, cipreses, magnolios, araucarias....
el Museo Taurino, pues de sus fogones salen memorables guisos de cuchara y una prolija y cuidada relación de tapas. Pocos se resisten al olorcillo de los michirones, a la humeante ternera en salsa, la tortilla de berenjena, las alitas de pollo y los vinos de Bullas, Jumilla y Yecla. A dos pasos, en la planta baja del Hotel NH, el restaurante Condestable ofrece una elaborada e interesante cocina de autor basada en la tradición y en la vanguardia. Cruzando la calle emerge El Corte Inglés, cita obligada si busca los detalles del Club del Gourmet, los platos combinados de la cafetería o la placidez del restaurante, que
posee una de las cocinas más variadas y solventes de la ciudad. El surtido de tapas satisface cualquier apetencia, y el restau-
rante, que programa con periodicidad jornadas de cocina española, cambia de carta según las estaciones. Hay que elogiar el reposo de los guisos, los puntos de cocción, la calidad de la materia prima y la modernidad que rezuma. De postre, sopas de obispo o el popular paparajote, una hoja de limón enharinada, frita y espolvoreada con azúcar.
Tapeo en la Plaza Mayor Caballitos. Gambas rebozadas Museo Taurino
La nueva ciudad Apetece tapear acodado en la ventana, mirando el paisaje, saboreando buenos ibéricos, quesos y mariscos
Murcia, en su expansión hacia el norte, muestra espaciosas y sombreadas avenidas. Esa nueva estética ha influído en la decoración de cervecerías, bares y restaurantes. Sin embargo, algunos, como El Ga-
llato, en Avenida de los Pinos, mantiene una barra de raíces hortenses, con bandejas de verduras relucientes, perniles colgados del techo, guisos de cuchara y una sartén de migas siempre que llueve. Tienen fama las carnes y embutidos del Cherro, y en marisquerías como Yiyi, en la calle Cro-
Calamares rellenos Migas con tropezones
nista Carlos Valcárcel, apetece tapear acodado en la ventana, mirando el paisaje y el paisanaje, saboreando buenos ibéricos, quesos, marisco y salazones, y bebiendo una de las mejores cervezas de la Región. En la acera de enfrente, el bar restaurante Pardo merece un alto en el camino. En sus vitrinas reluce el marisco fresco, la chapina para la plancha, el chipirón, el tigre casero, el pulpo, el revuelto de setas, el pastel de verduras y el guiso nuestro de cada día hecho con muy buena mano: potaje de acelgas, cocido, arroces, macarrones, alubias con chorizo, lentejas.... Otra opción es la barra del restaurante Rocío, en calle Batalla de las Flores. Al guiso diario y las tapas más populares, se suman las chuletillas de cabrito al ajo cabañil y el pastel de frutas naturales. A la espalda, La Gran Taberna es un local concurrido. Contribuye a ello la decoración y una propuesta culinaria de amplio espectro. En calle Bando de la Huerta, el restaurante La Onda se ha
especializado en arroces y pescados. Junto a la plaza Circular, Guerma, restaurante y pastelería, tiene una clientela fiel por sus refinadas elaboraciones para llevar, al igual que sus carnes, ahumados, caviar, chacinas, ensaladas, postres y vinos nacionales y de importación. A continuación, sobre lo que fue típico merendero huertano, se levanta El Churra, hotel restaurante en cuya barra predominan los revueltos, las tortillas, las verduras, los embu-
cías del Poyo, en La Flota.. Al anochecer, Juanjo Verdú trae directamente el género de Santa Pola. Aquí se ve la gamba saltando en la caja y se saborean las mejores almejas, percebes, centollos, nécoras, cigalas, carabineros, gambas y langostas, sin olvidar las marineras, los matrimonios, el caballito y los salazones. Al final de la calle sale al paso Don Gómez III, con dos peceras bien provistas de langostas, bogavantes, ostras y nécoras para consumir en barra o en el salón. Muy concurrido, la relación de tapas de cocina es apabullante.
tidos, guisos de cuchara, frituras, pescados y carnes. La ventana de marisquería El Sobrino se asoma a la calle Navegante Ma-
Magra con tomate Plaza circular Vinos y quesos de la tierra
Alfonso X Sabrosas tapas de cocina y en el comedor bacalao, mariscos, pescados y afamadas carnes.
La plaza del Romea es una gran terraza entreverada de mesas, sillas y parasoles. En cualquiera de los bares Plaza, Teatro, Café del Arco y Ambigú del Teatro Romea se degustan montaditos, ensaladillas, raciones de jamón y queso, etc., pero es en el restaurante Fontana donde la cocina alcanza un nivel muy estimable, desde el desayuno a la cena, o tapeando a mediodía para acabar con una sensacional olla gitana. En la Plaza de Santo Domingo
predominan las heladerías y la comida italiana, a excepción de El corral de José Luis, que hace migas cuando llueve y dispone de una gran selección de tapas y platos de la cocina vernácula. Hasta aquí llega el dulce olor de Confitería Viena, en las populares Cuatro Esquinas, heredera de la familia Ruiz Funes. Un fresco de Meseguer ilustra su techo y en el obrador se hacen pastas de té, bizcochos de serení, huevo hilado y caramelos de bergamoto.
Plaza y arco de Santo Domingo Patas cocidas con ajo
Si el día es soleado apetece tomar asiento en la Replaceta de Santa Ana, nombre del convento de clausura edificado sobre los baños y jardines del Alcázar menor, palacio de recreo de los reyes árabes. Allí, por el torno, se encarga la primorosa cocina conventual, desde un pavo relleno hasta las celestiales magdalenas de bizcocho y aceite, los sequillos, suspiros, tartas y demás confites. De regreso al mundanal ruido, puede tomar asiento en la terraza del Parlamento Andaluz, La Cueva de la Cerveza o en la del eternamente abarrotado Bar Gran Vía, cuyas mesas y sillas, dispuestas en hileras, ocupan el paseo central de la alameda Alfonso X. Si consigue su-
perar la barrera humana y llega a la barra, pida un vermú rojo, humedezca los labios con la rodaja de limón y no renuncie a la sabrosa marinera, la quisquilla, el plato de hueva de mújol con almendras fritas, el matrimonio o las navajas de Paco Lafuente. La terraza del restaurante Alfonso X, a la sombra de los plátanos de Indias, también es un espacio muy frecuentado. Sabrosas tapas de cocina y en el comedor bacalao, mariscos, pescados y afamadas carnes. Al doblar la esquina, Don Curro, especializado en codillo berlinés, choucrute o salchicha brasburk, germanismo que quiere decir
Ensalada murciana Matrimonio. Anchoa y boquerón Alameda de Alfonso X El Sabio
hervidas al vapor con manzana, choucrute y mostaza tradicional o estragón. En Pérez Casas, las tapas de El Gourmet alcanzan una elegancia minimalista inédita, un territorio gastronómico para los que prefieren no mancharse los dedos, ni pisar serrín o cabezas de gambas. Puede elegir entre la esmerada selección de ibéricos, quesos y canapés, foie, patés, ventresca, salazones,
ensaladas y dos platos de cocina a diario. Cuidada oferta de vinos. El restaurante Morales se halla, literalmente, a cuatro pasos. La barra es diminuta y lograr mesa en el comedor es casi una proeza. El objetivo es tomar la paletilla de cabrito Morales, el
plato estrella de la casa. Enfrente está Ca Chema, un local muy reducido y acogedor; puede elegir desde un surtido de olivas a una paleta ibérica de bellota, pasando por una tortilla rellena de patatas con atún y sobrasada, lasaña de zarangollo, callos, foies o patés. Sitio tranquilo y discreto es la barra del restaurante Alborada, en la vecina calle Lepanto. Pida boquerones rellenos de anchoas, chipirones con habas y cebolla, bacalao o unas manos de cerdo rellenas de foie y trufa.
Pisto murciano Pierna de cabrito al horno Sangre frita con piñones Fachada del Teatro Romea
Por la antigua judería y Plaza de San Juan La Plaza de San Juan fue arrabal y campamento de Jaime I, ahora es una alegre torre de Babel culinaria...
Hasta 1492, año de la expulsión de los judíos, Murcia contaba con una de las más grandes y prósperas juderías del reino de Castilla. Hasta el siglo XVIII se mantuvieron los nombres de la placeta de la Sinagoga y calle de la Sinagoga, topónimos sustituidos por placeta Sardoy y calle de la Sémola. Abrigo de estudiantes que no demandan tapas sofisticadas, en este bullicioso laberinto de callejas conviven tabernas, güisquerías, bares de tapas y de alterne que se asoman a unas calles atiborradas de jóvenes. Son pioneros El Candil,
Icaro, La Taberna, El Abanico de Cristal y El Cuervo, si bien los hay de más antigüedad, como El Garrampón y El Jesuso, tabernas históricas en las que sólo se despachaba vino. En torno a la plaza Santa Eulalia, que fue espacio de postas y mesónes, están El Palomo, La Caña de España, restaurante Salzillo y Los Toneles. En el siglo XIII, antes de arrebatar la ciudad al reyezuelo Alboaques, la Plaza de San Juan fue arrabal y campamento de Jaime I. Residencia del conde de Florida-
Plaza de San Juan. (superior y derecha) Zarangollo enriquecido (izda.) Ensalada de pimientos (superior derecha) Morcilla con sepia y confitura de tomate
blanca y de hijosdalgos venidos a menos, ahora es una alegre torre de Babel a la que se accede por el arco de San Juan y calle de la Tahona. En sus terrazas parece remansarse el tiempo. Los toldos protegen del sol y de la escarcha, y a la noche no cabe un alfiler. De los fogones sale un tufillo que pone en guardia el apetito, y es que aquí conviven la cocina japonesa, francesa, italiana y española. En placeta aledaña, la del Cristo del Rescate, los hermanos Abellán dignifican el vino y la cocina tradicional en Taberna Doña Lola. De lo humilde consiguen platos ligeros y armoniosos, plenos de sabor, como el sensacional pisto, la ensalada de asados, las manitas de cerdo, el arroz y garbanzos o
el rabo de toro. Pared con pared, está la arrocería Colonial, con más de 30 arroces en danza. Enfrente, Pura Cepa, la propuesta más novedosa e ilusionante, Tapas de autor en un marco acorde con su filosofía.
Paté de michirones, morcilla con sepia y tomate confitado, croquetas de gamba roja o zarangollo enriquecido con calamar y huevas de mujol, son algunas de la nuevas tapas murcianas. Sorprendente carta de vinos, orujos, cavas y champagnes. Por el callejón que flanquea la iglesia, sorteando sillas y mesas, puede iniciarse en los secretos de la cocina francesa en el restaurante La Reunión, abandonarse al exotismo de la japonesa en Fujiyama, o decantarse por las pastas de La Tarantella. No obstante, son mayoría los adictos a la tapa local, bien sea la marinera, el caballito, los salazones o el pimiento relleno como prólogo de la pata de cabrito a la murciana o el lobarro al ajo pescador, servido a cielo abierto o bajo los toldos multicolores de La Alegría de la Huerta, La Parranda, Taberna Típica y La Pequeña. Desde el restaurante situado en el ático del hotel Arco de San Juan, a la altura del campanario de la iglesia, se domina
la plaza. En sus comedores se ofrece una cocina vernácula e internacional realizada con esmero. Camino de la catedral aparece un rótulo venerable: Rincón de Pepe. Haciendo honor a la devoción murciana por las tapas, hay una barra con vitrinas frigoríficos donde se alinean decenas de sugerencias. En primer lugar, mariscos fresquísimos; por supuesto, jamón, salazones de pescado y huevas, y banderillas de todo tipo que se suman a recetas de cocina a elegir entre un amplio surtido. Las recetas de verduras inmortalizadas por Raimundo González superan el paso del tiempo, y otro tanto cabe decir de los pescados a la sal, o al ajo
pescador, el caldero o el arroz a la huertana, los paparajotes o la leche frita. Señorío de Jomelsu, en Vara de Rey, promete al viandante jugosos choricicos al infierno, arroz huertana, selectos salazones, quesos de reserva, embutidos de caza, migas, pulpo y buena bodega En la Plaza Raimundo González, el restaurante de igual nombre. Hay en la barra una pizarra con enunciados de tapas que son historia viva de la ciudad: festival de verduras, champiñón a la murciana, cigala a la sal, huevo con ñora, pimientos al ajillo, pencas de acelgas con piñones, nido de ternera, merluza al vapor, anchoa confitada al aceite de oliva, guiso de trigo, arroz y garbanzos, callos, zarangollo, frituras o estornino en escabeche. Déjese aconsejar por el jefe de sala, José Picón, ejemplo de discreción y eficiencia. En calle Infante, dos hermanos de Raimundo exhiben en La Huertanica el mayor inventario de tapas de verduras de la ciudad, solas o acompañadas, al vapor, a la plancha o en menestra. De los guisos diarios destaca el cocido.
Revuelto de espárragos Pura Cepa, tapas de autor
De Santa Isabel a Trapería En el siglo XIV empezó a levantarse la Catedral, algarabía de piedra concluída hace poco más de 200 años. caballitos, ensaladilla, espinacas con cebolla confitada, langostinos, pasas y piñones, panaché de verduras y vinos escogidos.
La última ruta gastronómica nace en el jardín de Santa Isabel. En una de sus rinconada, tras unos arriates cuajados de flores y setos de laurel, Jotaele demuestra que lo ancestral no está reñido con lo contemporáneo: crema de trufa, aspic de marisco, bacalao al pil pil, pollo relleno, marineras,
Imafronte de la Catedral, joya del barroco internacional. Sepia con ajo Arroz y verduras
En otra cantonada de la plaza, está el bar Hermanos Rubio, y en calle Madre de Dios el popular restaurante Paco Pepe, que dispone de una barra pequeña pero bien guarnecida. A la vuelta, en Las Viandas se cocinan a diario asados de cordero, migas y arroces. La cerveza y el tapeo de la calle Sociedad lo pone La Abadía de San Antonio, y en la Plaza Puxmarina el restaurante Acuario alterna cocina de mercado con recetas pro-
pias, como el pastel de berenjenas y las rechigüelas de la sierra de Segura. Un histórico, el bar Los Zagales, alegra la calle Polo de Medina. En un altillo duermen los viejos toneles y en las vitrinas hay
fotografías amarillentas y recortes de La Esfera y de Blanco y Negro. Toreros, futbolistas, árbitros y boxeadores sonríen desde
las alacenas. A destacar el reparador caldo con pelota, la empanadilla con ajo, los panecillos y los muy ajustados precios. Comparte calle con Lizarrán, establecimiento en régimen de franquicia que ofrece cazuelitas de cocidos, legumbres, sopas, cremas, revueltos, ensaladas, quesos, embutidos o cecinas, y a escasos metros, en la plaza Fontes, Los Soportales luce varios aparadores de madera tallada. Amplio surtido de tapas para una clientela adicta. A la salida hay que buscar el espectacular barroco de la plaza de Belluga, solar de la gran mezquita mayor, maravillosa edificación debida al califa almorávide Alí b. Yusuf b. Tashufin. Sobre sus ruinas se construyó la parroquia de Santa María, y en el siglo XIV empezó a levantarse la Catedral,
Verduras a la plancha Bar Los Zagales, una taberna con historia Revuelto con gambas
algarabía de piedra concluída hace poco más de 200 años. La gran joya es su imafronte, obra maestra del barroco internacional proyectada por Jaime Bort. De mediados del siglo XVIII es el Palacio Episcopal, con pinturas de Pablo Sistori sobre la fachada revocada en rojo. No hay mejor escenario en la ciudad. Apetece sentarse a tomar el sol y dejar que el tiempo se demore saboreando un café con tostadas, un chocolate, un refresco o una cerveza con tortilla de patata. Alrededor de la Catedral, bares y restaurantes sacan a la calle sillas, macetas y parasoles. Frente a la
puerta de la Gloria, en la plaza de los Apóstoles, el restaurante Las Cadenas ofrece toda suerte de verduras naturales, pastel de cebolla y paletilla de cabrito a la murciana, y en el mismo flanco, Vía Apóstolo, rinde culto a la cocina italiana. Por la puerta del Pozo se llega a la Plaza de la Cruz, antesala de la Trapería, antiguo paso de los régulos árabes en
Casino de Murcia Detalle del patio árabe Plaza de Santa Isabel Callos
su camino al Alcázar Menor, palacio de recreo situado extramuros de la ciudad, entre las iglesias conventuales de Las Claras y Santa Ana. Junto a Trapería hay un clásico de la restauración murciana: el restaurante Hispano. Los hermanos Abellán han conservado la filosofía heredada de sus mayores, y esa cualidad se manifiesta en la barra y en la sala. En sus fogones humean guisos de cuchara, verduras, carnes y pescados, y no falta marisco fresco, salazones y embutidos, cochinillo al tostón, tartas caseras y buenos vinos. En el corazón de la calle Trapería se alza el Casino, uno de los monumentos más visitados de la ciudad. El restaurante lo regenta Raimundo González y su hijo Miguel. Junto a la entrada, desde las peceras, el murciano pulsa el latido de la ciudad y tapea. Fiel al rito.
Las afueras Esparcidos por los barrios de la ciudad y pedanías de la Huerta, hay establecimientos que merecen ser citados...
Es el caso del bar restaurante Ortuño, en calle Torre de Romo, que guarda las esencias de la cocina ancestral y cuenta con una de las barras más relucientes y mejor avitualladas de Murcia. Los fines de semana es muy solicitado el pastel de merluza y gambas. En Infante Juan Manuel, la marisquería Estrella de Mar muestra en sus vitrinas gran surtido de frutos marinos, y en la barriada de Vistabella, un clásico, Antonio el de las Gambas. En las dos barras, enfrentadas, puede saborear unas gambas a la plancha y codearse con
Julio Aparicio, Pepín Liria, Antonio Mondéjar o Finito de Córdoba. Imprescindible visitar la Hostería Rural Palacete de la Seda, emplazada en la vereda del Catalán, pedanía de Santa Cruz. Construída en 1695 y complementada a principios del siglo XVIII, se destinó a bodega y crianza de vinos. El edificio, de cuatro plantas, recuerda a una masía catalana: sillares de piedra, bóvedas, arcadas,
galerías interiores acristaladas, portalón original, 36 balcones cuajados de macetas y fachada de ladrillo visto semicubierta de fi-
cus repens y buganvillas moradas. En un espacio de enorme belleza, Paco Fuentes ofrece la mejor bodega de la región, con más de 700 referencias, y una deslumbrante cocina de raíces mediterráneas y estética vanguardista. En la vecina pedanía de Puente Tocinos, en un marco de excepción, Estudio es otra apuesta de Paco Fuentes por la gastronomía. En Puente Tocinos, el mesón La Torre y La Bodeguilla del Mesón, ofrecen cocina tradicional y contemporánea, buenos productos y la posibilidad de oir el trino del agua en un estanque rodeado de higueras. A las puertas de la pedanía de Beniaján, Paca La Machacanta aún hace sémola, especie de gachas de harina de maíz, con cebolla, pimentón y pequeños trozos de bacalao o morcilla, y al otro lado del Reguerón, entre bancales, El Rincón Huer-
tano posee un mostrador bien equipado para tapear antes del arroz y verduras, o cabrito al ajo cabañil.
Ir a La Alberca obliga a entrar a La Meseguera, restaurante con predicamento y una barra muy surtida y apetecible. Otro local con solera es El Alias, en la carretera de El Palmar, que popularizó las rechigüelas y los bañaos, atún en escabeche con pan bañado en su jugo.
Tocino de Cielo Ensalada de tomate y lechuga Estudio (izquierda) Palacete de la Seda (superior) Bancales de limoneros Bodeguilla del Mesón La Torre
La gastronomía en fiestas Sobre los mostradores cuelgan ristras de morcillas, longanizas, chorizos, sobrasadas, chiquillos, butifarras y morcones La cocina vernácula renace durante las fiestas de Primavera y la Feria de septiembre, especialmente por el esfuerzo de las Peñas huertanas que instalan en la ciudad medio centenar de barracas y huertos con bardas de cañizo en cuyo interior se repre-
Barracas En las fiestas de primavera se plantan barracas a lo largo y ancho de la ciudad donde se cocinan los platos más representativos de la huerta
sentan estampas tradicionales: gallineros, cochineras, bancales, caballones, tomateras, hornos morunos, una tená, carros, arados, tablachos, barracas de adobe y hasta una ceña movida por una mula. Sobre los mostradores cuelgan ristras de morcillas, longanizas, salchichas secas, chorizos, sobrasadas, chiquillos, butifarras y morcones, apenas una parte de la sensacional oferta de tapas calientes y frías, preludio del plato de cuchara que se ofrece a diario: olla gitana, migas, cocido, potaje bichuelas, o con pollo, o con conejo, o el viudo, que así se nombra al que se hace con verduras, manjares regados con los buenos vinos de Bullas, Jumilla y Yecla, y como rúbrica café de puchero y una copa de anís o de mistela, y es que en estos fogones temporales se transmite a las nuevas generaciones el patrimonio gastronómico heredado de nuestros mayores. de acelgas con albóndigas de bacalao, guiso de trigo, guiso de pelotas de pavo, arroz y pava, o con mondongo, o con ha-
Bando de la Huerta Barracas en el jardín Botánico
Dulce epílogo No hay dulzor más sutil y sensual que el de los higos de retallo, la sandía, la naranja, el melocotón, la granada, los nisperos, el melón, el albaricoque o el dátil maduro...
El arte de tapear requiere un epílogo adecuado. Si en Murcia la verdura es una seña de identidad, la fruta es otro puntual reclamo, tan jugosa por sí sola o, en el caso de la naranja, espolvoreada con azúcar y canela, e incluso reconvertidas en pastel, versiónes todas muy estimables, si bien ninguna supera en exquisitez a la fruta natural. No hay dulzor más sutil y sensual que el de los higos de retallo, la sandía, el melocotón, la granada, el
melón, la fresa que se cultiva en la huerta, más menuda y sabrosa que el fresón, la picota, el albaricoque, el níspero, la mandarina, el caqui, la breva, la paraguaya o el dátil maduro, todas susceptibles de tomar como sorbete o tarta. Entre los postres más carismáticos hay que citar el paparajote, hoja de limón rebozada con una masa de harina, crema de limón con nueces, arroz con leche, natillas con canela, peras al vino, tocino de cielo, tortada, pastel de frutas, carne de membrillo con queso fresco y nueces, o pastel de
Bodegón de mermeladas y confituras de fruta Paparajotes
pimentón, un logro reciente de José Tomás Carreño, repostero del Palacete de la Seda. Cada época trae consigo un confite. En primavera es la mona, bollo azucarado con huevo duro que el padrino regalaba a su ahijado el Domingo de Resurrección. Mona es derivación de Munda, que así se nombraban las cestas de pasteles que en Roma se ofrecían a la diosa Ceres en primavera. En el Levante español pervive la tradición de salir al campo a comer la mona y romper la cáscara del huevo golpeando la frente de los acompañantes, lo cual constituye un rito de fertilidad. En otoño, cuando alborea noviembre, vuelven las ollas de arrope y las gachas, en los obradores se huele a huesos de santo y a buñuelos de viento, preámbulo del cordial navideño, el mantecado, el turrón, el polvorón, el pastel de Gloria, la torta de
boniato y la de Pascua, elaborada con harina, almendras picadas, piñones molidos, azúcar, aceite, pasas y anís. Otras dulcerías, como la evocadora almojábena y las picardías, no suelen elaborarse, pero queda el bizcocho
Arrope Leche frita Monas
de serení, en forma de lengüeta impregnado en papel, las pelotas y las orejas de fraile, el merengue relleno de dulce de fruta y suelo de oblea, las tortas de naranja, la tortada, el pastelillo de cabello de angel y los orejones. La relación es interminable. La huerta, santo y seña de nuestro acervo culinario, nos ha regalado una despensa y una cocina excepcional, plena de matices, nutritiva, laboriosa, equilibrada. Responsabilidad de todos es preservar y enriquecer tan valioso legado. Un tesoro irrenunciable.
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